Recorro
el silencio
de tus bahías
y la quietud
de tus penínsulas.
El cuerpo
es refugio
cobijo
remanso
de soledad austral.
Recorro.
Descubro.
El continente
y la otra orilla.
La bohemia
montevideana
y la botija tierna.
Amarran
los navíos
en los ojos pequeños.
Los corsarios
disipan tesoros
en la vieja ciudad.
Atisbo tu puerto
para recalar manso.
Bajo las velas
y descanso a tu lado.
Después
siempre después
habrá que partir
pero
siempre después.
fliscornio
10/11/2001
1 comentario:
Bellísimo y delicado poema,amigo.Un lujo para leer despacio...
Un abrazo.
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