sábado, noviembre 21

Barco en el interior de una botella


















Y la calma.
La tensa calma que se extiende
como cordel fino o aullido,
como un grito intenso pero acallado.
El horizonte que no se mueve. Y el sol que brilla extrañamente.
El viento ha muerto sin prisa.
Desparrama nada sobre un mar calmo
O sobre un río dormido y quieto.
Las manos no cesan de inquietarse.
Los dedos se alborotan sobre la madera desvencijada de una barca.
No hay anclas. Ni siquiera una cuerda para asirse al vacío.
La respiración entrecortada al borde del abismo
se diluye en el derrumbe de los hombros sobre los brazos abatidos.
El sinsentido también se detuvo impávido
frente a una orilla indivisa, infranqueable, salpicada de otros.
Como manchas borrosas, difusas.
No hay tormentas. Ni nubes de borrasca. Solo la calma.
Y más calma. Pero también la elipsis. Tal vez la desesperación.
Y la vida...
Y los repliegues...
Y la ausencia que es agonía de tardes y noches.
Amores consumados en las encendidas noches de enero.
Perfume de azahares y distancias inmóviles
que oscurecen como cádaveres en una morgue.
Carencia de brujula o de rosa de los vientos.
Capitán sin catalejo. Navío sin rumbo. Destino de letargo y desasosiego.
Todo huye.
Inalcanzable. Sin vida.
Despojado de pasión...
Saqueado de deseos,
acaso, como un barco
en el interior de una botella...

fliscornio
2002

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