sábado, noviembre 21

La Inmediatez del presente










Me preguntaba, apenas unos días atrás, si la ansiedad se relaciona con el sistema de vida que actualmente impera en nuestras sociedades. Evidentemente la Ansiedad ha existido siempre como rasgo o característica de los seres humanos; pero no es menos probable que la misma se encuentre potenciada y alimentada, por una trama social que cree necesitar resolver las cosas en la inmediatez del presente. Y ese quizá, sea el rasgo más significativo de esta era, de esto que se ha llamado globalización, y a partir de las prácticas económicas ha impactado en todas las áreas de nuestras vidas.

Por eso me parece interesante reflexionar en términos del presente, porque de algún modo esto nos lleva a pensar acerca de nuestros propios deseos, y de aquello que de alguna manera representa los "agujeros negros" de nuestra existencia, y que inútilmente intentamos tapar con artilugios y fuegos de artificios.

El devenir de los años traduce la historia de las personas y quizá las vuelva más entendibles. Lo que en el pasado era incomprensible, a la luz del presente, y con el equipaje de la experiencia abordo, hombres y mujeres tienen la posibilidad de echar una mirada diferente sobre lo acaecido.

El presente se rige por la urgencia de la resolución inmediata dejando de lado la instancia de lo reflexivo. Son los tiempos que corren, donde el tiempo “vale oro”. Así casi sin darnos cuenta, solamente se vive la inmediatez del instante, ni siquiera se trata del “carpe diem”, de disfrutar el momento. No existe esa posibilidad pues la devora la compulsión del “compre ya”. De este modo el futuro deja de ser tal, para convertirse en una utopía a la cual nunca se llega, donde toda posibilidad de proyecto queda enmascarada en la obtención de objetivos cortoplacistas. Hasta en la posibilidad de proyectar tener hijos en una pareja se escamotea el futuro como espacio de abstracción posible, pues queda atado a las circunstancias del ahora. No aparece ni siquiera la posibilidad de “pensar” al hijo como tal, sino que solo viene a ocupar un espacio a partir de lo concreto del embarazo y el nacimiento. Entonces recién cobra vida.

La mezquindad de vivir el presente en cuanto a su inmediatez, asusta desde la perspectiva de la pérdida de la posibilidad de proyectar, de abstraer, de imaginar, y porqué no pensarlo, de soñar. Corremos el riesgo de refugiarnos en exceso en lo concreto del hoy. Y lo concreto por definición se vuelve pétreo y hostil con el paso de los años, donde con horror, podemos llegar a descubrir lo vacío de nuestras existencias.

Por este motivo, a lo mejor, uno comienza a entender después. Cuando los años hicieron su trabajo de erosión y el otro deja de ser un potencial enemigo para transformarse en el referente de un pasado, que ahora recuerdo y al cual me aferro, por que mi futuro atravesó la barrera de los cuarenta y cinco o cincuenta años, y estoy más cerca del foso que del cielo.

Substraerse a la tentación de lo banal y de lo pasajero no es fácil. Sobre todo si tenemos en cuenta que vivimos en un sistema que realiza una apología de lo superfluo, de la forma por sobre el contenido, despreciando en una actitud casi suicida, el sentido de lo sustancial de las cosas. Nada es lo que parece, pero se lo eleva a un status de lo real en forma casi inaudita.

Tal vez la miseria sea tan grande y espantosa, que la mayoría de los seres humanos se empecina en valorizar en exceso el prestigio del poder que da el dinero. Quizá no se trate tanto del dinero sino del poder que con él obtengo.

A menudo creo que confundimos el Tener con el Ser. Y esto es un gran error que nos lleva a contaminar todas las actividades humanas. Desde las relaciones familiares hasta las laborales, pasando incluso por el sexo. La inmediatez del presente exige que los jóvenes sean dinámicos y exitosos, pero ¿para quién o para qué?

La estrechez de pensamiento ha logrado que se desdibujaran valores humanistas importantes para las personas. Los estados modernos con su monolítica carga de laberintos burocráticos transforman a los individuos en simples números, expedientes o legajos. Nada queda de humano en el trato cotidiano con ciertas instituciones sociales, por el contrario una persona desaparece como sujeto en el ámbito social pasando a formar parte del colectivo. Pero no hemos contribuido a crear un colectivo social solidario, contenedor con fuertes lazos o redes sociales. Por el contrario, somos en gran medida responsables de haber generado un colectivo violento, expulsor, no contenedor, que prioriza el éxito ante todo y no a las personas. Un cuerpo social que no tolera las diferencias ni acepta las elecciones individuales. Una sociedad por sobre todo intolerante.

Este es el mundo social que nos rodea hoy. Vivimos con miedo, cuidando el pequeño espacio y las pequeñas cosas que creemos poseer. No recordamos el pasado ni tenemos la posibilidad de pensar el futuro. Es el puro presente como vacío, como nada.

Las palabras han sido saqueadas en su significado y con ella las instituciones y quienes las habitan: los seres humanos. Si las palabras que conforman nuestro lenguaje son depredadas, que clase de comunicación puedo tener con mi prójimo. Cuando diga algo, o cuando nombre un objeto, me entenderá mi interlocutor, ¿podrá saber de que estoy hablando?

Hoy más que nunca las palabras son ambiguas, y más que ambigüedad señala la ausencia de sentidos significantes. Así el amor es arrasado y rapiñado en su sentido más humano, y es reemplazado por mecanismos de poder y propiedad. El encuentro sexual se contrae en sí mismo y pierde precisamente el sentido de encuentro, arrastrando con ello también el sentido del placer.

Será por eso que para muchas personas el pasado adquiere otra dimensión, cuando existe la posibilidad de pensarlo, y los seres humanos se tornan más entendibles y comprensibles. Hasta uno mismo puede comprenderse de otro modo, echando una mirada diferente sobre los hechos y actitudes del pasado, discerniendo sobre su conducta y la de los demás. El presente debería darnos la posibilidad de pensarnos hacia adelante, revisando quiénes fuimos y quiénes queremos ser.

No es menos cierto que no somos dueños de la vida, pero podemos aspirar a manejar y conducir por trechos largos en este largo camino de la existencia, nuestra propia conducta. Y para eso debo estar preparado para ejercer un acto de libertad. Es decir que debería saber elegir al menos entre dos posibilidades. Precisamente la experiencia y el conocimiento reflexivo me dan esa posibilidad, pero si me sumerjo en la incandescencia del presente como inmediatez hueca, mis opciones desaparecen, y lo que es peor, desaparece la posibilidad del pensamiento reflexivo. En este punto, la Ansiedad nos permite ocultar el miedo a lo nuevo y desconocido, la posibilidad de conocernos más profundamente, al obturar rápidamente el deseo mediante conductas compulsivas, evitamos ver lo que no queremos ver: nosotros mismos.



fliscornio
2000

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