sábado, noviembre 21

La Tarde Cubierta de Musgos


La tarde está cubierta de musgos húmedos deslizándose sobre la piel hasta decaer en silencio como las gotas de esta lluvia tardía de septiembre.
La tristeza no tiene territorio. Ensimismada, contraída sobre el dolor de la carne, se retuerce atravesada por el desencanto y el anonimato.
Hiere el desgarro de las vísceras. Arde la soledad como un tizón flameante en las entrañas de mi ser.
Las terrazas desoladas. Un cielo vacío de pájaros. Mi rostro distante pariendo realidades...
Ahora que tu silencio efectivamente es una respuesta, la orfandad recorta el vacío de lechos y de besos posibles.
Ausencia de palabras que erige un muro o un mausoleo con los restos de mi amor.
¿Qué hago con esta angustia que, como una caravana de sombras, avanza sobre mí?
¿Existirán tumbas para los amantes desconocidos, para los amores huérfanos, para los desencuentros epiteliales?
¿Qué construyo a partir de estas certezas? ¿Con qué herramientas labraré pacientemente la tierra y arrancaré la fertilidad de su corazón terroso, ahora que comienzas a partir?
Amores impávidos como coles durmiendo al sol. Calles abiertas en una ciudad que comienza a despedirse de vos. Relojes de arena que diluyen mi vana espera, mi esperanza contrahecha. Soy yo el que te espera. En los sueños. En ese mundo inédito donde somos la trama inversa del presente, pero que a ciencia cierta desconocemos.
El tiempo nos acosa como un animal hambriento. Me cuelga del cuello tu cuerpo, tu boca desconocida, tus manos desnudas, tu olor a mujer.
Me reclamo a mi mismo la intimidad perdida. Pero sé que no está perdido aquello que nunca se ha poseído. La irrealidad es tan lacerante como el sol en el desierto. Me quema solo con su paso. Me ciega solo con su calor.
Y la noche despierta al fin sobre el horizonte. Allí estás, Selene, cada noche de cada día. Girando eternamente en el universo. Levantando mareas, acariciando enamorados. Luz de luna... Rostro de mujer... Velos y sedas... Cabello ensortijado y negro... Tus ojos dicen lo que callan tus labios... El silencio del universo cae como una caricia sobre mi corazón labriego.
¿Volverás la noche que viene a iluminar mi lecho solitario? ¿Volverás a acostarte a mi lado en las noches solitarias, a escondidas, abrazando mis soledades?
La distancia se abre como el estuario del Amazonas y es posible extraviarte en el océano. Sin embargo cada noche, volveré a observar las estrellas... Las constelaciones distantes...
Tu carro desvelado transitando las Pléyades...

fliscornio
2001

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