sábado, noviembre 21

La Maravilla


(o Mundo Maravilloso de Louis Armstrong)
Un atardecer de invierno. El sol entibia como puede a los porteños que transitan la ciudad. Dos carteles señalan una coordenada en el espacio Avenida de Mayo 1100/1200. Lima 1/50. Un reloj marca, ubicuo, el tiempo: 17.10.

Acabo de releer tu obsequio "Las Mil Maravillas" de Ángeles Mastretta. Me refugio sobre el capuchino, abandonándome en la espiral lenta y desdeñada del humo difuminado en el aire. Sigo percibiendo tus gestos: tu voz, tu rostro, tu boca diminuta que deja escapar en cada palabra que lees el compromiso intacto de otros años. Tu ojos vivaces capturan el texto con la pasión de quién abraza lo sagrado. Los parroquianos nos observan desde sus mesas en el Bar García...Una maravilla.

El agua salpica circularmente la fuente que está frente a mí. Algunas palomas sobrevuelan el frío de Buenos Aires, que avanza desde el sur y acaricia el viejo edificio del ministerio de Obras Públicas. Allí donde Evita renunció a los poderes y a la vida en 1952. El capuchino pasó a la historia y aún quedan sobre la mesa, dispersos, el vaso de agua y el jugo...

Cinco policías motorizados, departen entusiastas junto a sus motos, sin importarles demasiado lo que sucede alrededor. Inmóviles, junto al monumento del Quijote de La Mancha, varios ómnibus guardan silencio, como en un cortejo fúnebre. Por la Avenida de Mayo, veo un desfile de manifestantes, participes de una marcha de la que ni me he enterado. Portan pancartas, banderas replegadas y gorritos verdes. Las veredas y el asfalto se tapizan de papeles... Mientras tanto una nena de poco menos de ocho años, deambula por entre las mesas del café, solicitando un peso... A veces los horrores de este mundo se empecinan en devolvernos la otra mirada... El espejo y su reflejo.

Es una tarde de julio intrincada. Engorrosa, como tantas tardes y días de este bendito país, sin duda plagado de maravillas, que como dice Mastretta, algunas conoceré y otras, tal vez muchísimas, no llegaré a saber ni que existen. El prójimo, por ejemplo, es una maravilla que conoceré, pero solo por partes. Como en retazos. Tal vez sucede lo mismo conmigo.
¿Te conoceré? ¿Me conocerás? ¿La filosofía del instante, de la fugacidad, quizás? ¿Qué atesoramos en este recorrido añoso desde que nacemos hasta que morimos? ¿El dinero, las propiedades, los títulos, los amigos, los afectos, las alegrías o las penas?
Sostener la linealidad de nuestra historia es un problema. Y no sé a qué historia me refiero. Ahora ambas se mezclan. Puedo saltar a mil novecientos cincuenta y seis, en el mes de febrero, el día ocho. O puedo solo, retomar un año antes y pensar en la Revolución Libertadora. Puedo anclarme en el setenta y tres, en setiembre once, por ejemplo... Puedo sentir la violencia de los tiempos y de los cambios.

Hago historia y a la vez soy parte modelada de esa misma historia. Se dice que la historicidad forma parte de nuestro ser... ¡Qué anchas espaldas poseen los seres humanos para llevar semejante carga! Ancestros, desde el fondo del universo, convergen precisamente en cada encuentro... Y la historia, creo, se alimenta a sí misma, y nosotros somos su alimento, pero a la vez nos devoramos a nosotros mismos.

La vida circula a nuestro alrededor. Se visten de gardenias y jazmines los balcones de la adolescencia y crecemos casi sin darnos cuenta. La piel se estira, los huesos se agrandan. Las vivencias se nutren de nuevas experiencias, mientras los ojos y sus retinas registran, implacables, la construcción de los recuerdos. ¿Qué hacer con ese material sensible? ¿Arrojarlo al océano del olvido? ¿Acomodarlo en una secuencia de tiempo y fijarlo para siempre a las necrosis de los calendarios?
La linealidad es un problema. Trato de encontrar la ficción de A.C / D. C, en mi propia vida, y siento que la cosa no es tan sencilla.
Entiendo que hay repeticiones y repeticiones. A veces se repite precisamente para no recordar. Repetir para olvidar. Sin embargo, hay repeticiones que dejan huellas y que nunca son la misma cosa. He ahí una gran maravilla.

Pero en definitiva ¿a qué viene este absurdo escrito inspirado en las Mil Maravillas? Precisamente en el absurdo... En los laberintos de la existencia... En los recónditos agujeros negros de nuestras vidas en permanente e infinito encuentro-desencuentro. Es probable que mientras leas esto, ese hecho forme parte de esos encuentros-desencuentros. Y lo absurdo... o la maravilla, es que siempre realizamos el mismo ritual del encuentro, pero esta vez, repetir no es olvidar, repetir el encuentro para justamente recordar que siempre hay encuentro... Y eso sí, realmente es raro... pero es una Maravilla.

Setiembre 12, 2000.


Apéndice del Nuevo Milenio.


Ayer visité la librería más grande que he visto. Tenías razón. Se siente algo cuando uno entra en ese salón enorme, como si uno adviniese a adentrarse en un templo virginal, poblado de infinitos laberintos donde crecen como civilizaciones las ideas. Veo hombres y mujeres, de edades inciertas, tomando y leyendo libros de los anaqueles distribuidos a lo largo del salón. En este momento, cuando muchos pregonan la muerte del libro a manos de la tecnología digital, observar este sitio es una bendición que te da la vida...una maravilla.

Y será por la música de fondo, o porque al levantar los ojos y ver el techo circular iluminado, decorado con un gran mural, o por los palcos rediseñados para sentarse mansamente a leer u hojear algún texto, tal vez será por eso que te veo deambulando ávidamente en este mundo. Con una hambrienta necesidad de aprender a pensar, con ese algo que te brota de las vísceras, que te hace indispensable, única e irrepetible...otra maravilla.

Conmovido, camino en el laberinto. No hay un minotauro ¿o sí? El universo se despliega en inagotables páginas. Llegué hasta aquí de tu mano, como siempre. Parece mentira, pero hay ciertas cosas que me resultan extrañas. Sensaciones. Me muevo en un ámbito desconocido pero conocido a la vez, la gente está fascinada con el lugar. Hay un embrujo, uno no quiere irse, o tal vez quiere volver apenas traspone el umbral. ¿Sabés? También me resultas conocida y desconocida a la vez. Después de tantos años parece una locura, sin embargo eres otra persona, pero estás intacta a la vez. Eres como este lugar, tiene un encanto que proviene desde lo profundo, de siglos, de incalculables horas e inagotables hombres y mujeres que derramaron sobre papeles la construcción de una pluralidad de mundos. Y a este mundo lo conozco y lo desconozco al mismo tiempo. Porque a medida que avanzo por el laberinto hago cosas, construyo, a veces a tientas, a veces (muy pocas) con certezas:

Construir una vida...
Construir una pareja...
Construir una profesión...
Construir una ética...
Construir un universo...
Construir soledades...
Construir tristezas...
Construir el compartir...
Construir felicidad...
Construir el amor...
Construir hijos...
Construir el deseo...
Construir la Maravilla...

fliscornio
Enero 9, 2001

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